Otra vez los recuerdos hacen mella y en esta ocasión se produce al subir Cueto arriba. Calculo que bien podría ser el curso 48-49. Los registros de mi memoria de aquella primera mañana de colegio me saben a cisco mezclado con orín de gato disimulado con alhucema. Llovía mucho, aun así Rosario freía jeringos delante de la tabalartería. El trozo de carrera se me imaginaba como un gran zoco en el que no olía a especias sino a gasolina de los camiones de Rafael Díaz.
Con enorme ansiedad traspaso la puerta del Colegio y el primer contacto es con la Madre Superiora: Madre Leonor. Los que tuvieron ocasión de conocerla convendrán conmigo que era la categoría vestida de monja. Aparte de otros afectos, porque mi padre prácticamente murió en sus brazos intentando darle esa cucharada que los enfermos terminales ya no tienen fuerza para aceptar.
El día a día pasaba con Sor Florenciana, Sor Pura, Sor Amparo... De sus manos conozco todos los rincones de Santo Domingo. Pero es con la primera con la tuve más roce afecto y vivencias. No olvido aquellos veranos en el patinillo de la Sacristía, limpiando los zapatitos del Niño Jesús que tiene en brazos la Virgen del Rosario.
En un gesto de gran complicidad supe que en realidad se llamaba Teresa y que era de Aldea Dávila de la Rivera. También recuerdo con sumo agrado a Sor Avelina, pero en esta ocasión, en ese intercambio que también es sagrado, el mundo ganó una mujer y la congregación perdió una monja.
En aquella época los varones teníamos que abandonar el colegio una vez hecha la primera comunión, es decir, estuve allí lo que podríamos denominar como un preescolar prolongado. Esta es la razón por la que no entro en valoraciones de tipo docente, en cuanto a los logros obtenidos en conocimientos. En cada época se determinan cuales deben aprenderse para un buen desenvolvimiento en la Sociedad del momento. Lógicamente esto conlleva acuerdos y desacuerdos. Pero hoy tenemos un buen árbitro: La Democracia.
Lo que sí es claro es que en Santa Ángela aprendí valores basados en el respeto, disciplina y especialmente saber que tu espacio termina cuando empieza el de otro.
Desde estas líneas saludo a toda la Congregación que en Osuna es más que centenaria y termino diciendo que efectivamente no fue mi Colegio sino la prolongación de mi casa.
Aporto una foto en la que sólo reconozco a Carmen Rivera y a Angelita Morales. Ruego a los posibles lectores/as me digan algo en cuanto al resto de niñas que aparecen. Saludos y buenas vacaciones.
Manuel García Aguilar
Con enorme ansiedad traspaso la puerta del Colegio y el primer contacto es con la Madre Superiora: Madre Leonor. Los que tuvieron ocasión de conocerla convendrán conmigo que era la categoría vestida de monja. Aparte de otros afectos, porque mi padre prácticamente murió en sus brazos intentando darle esa cucharada que los enfermos terminales ya no tienen fuerza para aceptar.
El día a día pasaba con Sor Florenciana, Sor Pura, Sor Amparo... De sus manos conozco todos los rincones de Santo Domingo. Pero es con la primera con la tuve más roce afecto y vivencias. No olvido aquellos veranos en el patinillo de la Sacristía, limpiando los zapatitos del Niño Jesús que tiene en brazos la Virgen del Rosario.
En un gesto de gran complicidad supe que en realidad se llamaba Teresa y que era de Aldea Dávila de la Rivera. También recuerdo con sumo agrado a Sor Avelina, pero en esta ocasión, en ese intercambio que también es sagrado, el mundo ganó una mujer y la congregación perdió una monja.
En aquella época los varones teníamos que abandonar el colegio una vez hecha la primera comunión, es decir, estuve allí lo que podríamos denominar como un preescolar prolongado. Esta es la razón por la que no entro en valoraciones de tipo docente, en cuanto a los logros obtenidos en conocimientos. En cada época se determinan cuales deben aprenderse para un buen desenvolvimiento en la Sociedad del momento. Lógicamente esto conlleva acuerdos y desacuerdos. Pero hoy tenemos un buen árbitro: La Democracia.
Lo que sí es claro es que en Santa Ángela aprendí valores basados en el respeto, disciplina y especialmente saber que tu espacio termina cuando empieza el de otro.
Desde estas líneas saludo a toda la Congregación que en Osuna es más que centenaria y termino diciendo que efectivamente no fue mi Colegio sino la prolongación de mi casa.
Aporto una foto en la que sólo reconozco a Carmen Rivera y a Angelita Morales. Ruego a los posibles lectores/as me digan algo en cuanto al resto de niñas que aparecen. Saludos y buenas vacaciones.
Manuel García Aguilar