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viernes, 29 de agosto de 2008

Lo Naïf: las pequeñas grandes cosas

No, no me he confundido al ilustrar el artículo. Podría parecer un recuerdo más de la sección fotográfica de esta página relacionada con personajes que son y fueron intérpretes en la vida de Osuna. Como observarán los lectores de El Pespunte, se se trata de José de la Tomasa. Éste cantaor de flamenco no es de la Villa Ducal. Por la calidad artística que ya entonces despuntaba en el año 1979 la tertulia flamenca de nuestro pueblo tuvo a bien dedicarle una digestiva pringá nocturna. Y, como digo, no es precisamente este artísta sevillano, sobrino-nieto de Manuel Torres el paradigma de la grandeza de lo pequeño; grande él y su cante.

El estilo Naif es el gozo de caminar con el paso medido dando sentido a la existencia por la vía del retorno y descubrir lo conocido con detalles puntillosos. Trazos autodidactas en algunos casos, que no se aprenden, se siente, y te invitan a descubrir el tesoro de una sonrisa escondida. Siempre que me recreo en el estilo pictórico sin doctrina estética del arte Naïf me aparece un lugar para la reflexión sobre la dualidad dinámica que avoluciona los comportamientos encontrados. Es como leer al Capitán Trueno a mi edad. Bueno, ¡y qué! Claro, que ahora sin darme de hostias por conseguir y devorar el número semanal.

En el reverso de la vida cotidiana siempre hay enmarcado un espacio para la ilusión ingenua que todos llevamos dentro. En unos se abre paso soñando con un mundo desintoxicado de maldad y vuelan los recuerdos que rozan con la yema de los dedos lo que atrás dejamos en la infancia. Mientras, en cualquier cabo de barrio de la gran ciudad, la mente endeble de una juventud imberbe flaquea. Representan el guión insensato de lo que no les toca; no aprendieron a soñar de niños. Pisan el acelerador de su grandeza ficticia y aspiran de un bálsamo irreal hasta atrofiar las células inmaduras a golpe de cocaína, o de ensuciarlas con el contoneo de sus curvas femeninas que se venden desde la guarida del engaño. Ambos, quién sabe, se asustan por la subida del telón y ser observado en estado puro, las pequeñas cosas que les ofrece la vida no le interesan y se estrellan como las olas en el espigón. Extorsionan el fruto genético mas preciado y avanzan a pasos agigantados por un atajo irreversible ignorando que la felicidad se haya en el camino de las pequeñas cosas y en la grandeza de la estrella solar que ilumina todo lo que existe, testigo mudo que delata a diario el escenario vacío donde actúan su sombras cobardes.

Otros en cambio, nos inyectamos de incontaminada candidez mágica de las pequeñas grandes cosas que se plasman sin ridiculizar ni ser ridiculizado con daños colaterales, ni distorsionan la realidad Naif de quien la contemplamos con ojos de niños en la edad canosa. Los que seguimos tasando lo material en su justa medida miramos indiferente el cuadro pintado por la bonanza del capitalismo financiero, el euribor o la pelota en el tejado de la burbuja inmobiliaria, y hasta los del miserable pomposo que además es el peor enemigo del arte. Amamos la graciosa crónica gráfica de un mundo circundante de colores vivos que rodean a su creador lejos de estereotipos artísticos, que hila hasta bordar armónicamente con exquisito sentido del humor la definición cotidiana mas tierna de la vida social de su pueblo y del estilo Naïf.

Él sabe sacar brillo a la memoria y expone desprendido al alcance de los que disponemos de un criterio antiguo en la galería de la pinacoteca informática de El Pespunte, con los personajes singulares, acontecimientos tradicionales y costumbres que hoy pueden parecer increíbles, sin que le importe la ignorancia el desconocimiento y la acidez crítica menospreciativa que siempre existió en torno a la movida ingenua, sólo por dar sentido a las pequeñas grandes cosas.

Reivindico la hegemonía del arte Naïf en Osuna a quien rubrica la autoría ilustrativa de este artículo. El Sr. Cristobal Martín.


Antonio Moreno Pérez