Nuestra aventura da comienzo una apacible y soleada mañana del mes de Noviembre en el encantador paraje de La Gomera, concretamente en los merenderos públicos a los que solemos acudir con frecuencia.
Una cervecita, sin alcohol que luego hay que conducir, una tapita y manos a la obra con la barbacoa. Nos dividimos en tres grupos, todos mayores y niños en busca de algo de madera para encender el ascua y poner las sardinas pinchadas en caña imitando en la medida de lo posible a los espeteros de la costa. Madera había bastante, justo al lado de lo que antes era un columpio que un/a hombre/mujer construyó y otro/a hombre/mujer destruyó. Encontramos una papelera tumbada y desenterrada, ¿un par de palos de la valla que protege la centenaria encina?.
No, mejor buscamos leña seca de la que hay caída en el suelo, sin tiempo para agacharnos cuando aparece desafiante cual D. Quijote en su lucha con los molinos de viento un hombre de unos 60 años en una puch amarilla.
- (Sin identificarse) ¡De la mata pa' bajo no quiero ver a nadie!
- (Nosotros con cara de asombro) Buscamos leña para la barbacoa buen hombre.
- ¡De la mata pa' bajo no quiero ver a nadie! hay cacería y esto es finca privada.
- Gracias por avisarnos de que hay hombres con escopeta, teníamos entendido que esto era público, lo construyó la Junta cuando deslindó vereas a troche y moche, por cierto nosotros hemos dejado los coches en el camino y usted ha entrado con la moto hasta los mismos bancos.
- Esto es público porque esta gente (creo que se refería al señorito) lo dejaron, si queréis leña decirle al Ayuntamiento que os la traiga.
En fin, como no llegábamos a un acuerdo, este hombre que creo que era el guarda de las tierras se fue por donde había venido, no sin antes recordarle que abriera el candado de la cadena que corta el camino de más arriba, que las vereas son de todos y ya está bien de apoderarse del campo. De La Gomera no nos echan ni los molinos de viento esos.
Encendimos la barbacoa con la leña seca que encontramos en el suelo, con un poco de susto claro está por la presencia de hombres armados en la finca privada de los merenderos de La Gomera. Cuando acabamos nuestro día de campo recogimos alguna basura de la que alguien olvidó fuera de la papelera y la depositamos en los contenedores del pueblo, porque los que hay allí se llenan de momento.
No trato con este artículo de polemizar en el tema de lo público o lo privado, sólo quiero avisaros de que la próxima vez que vayáis a La Gomera os llevéis la leña de casita o el saco de carbón y las pastillas o la bombona de butano. O se la pidáis al Ayuntamiento porque de la mata... pa' bajo... no quiero ver a nadie...
Jose A. Díaz
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