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sábado, 17 de noviembre de 2007

La herencia y la pena de muerte.
Ventura Medina II

Siguiendo al hilo de los acontecimientos del ajusticiamiento de Ventura Medina en Osuna en 1889, paso a dejaros con lo más compasivo, con lo que me acerca a la condición de persona miembro de una humanidad en que los sentimientos priman por encima de las injusticias o la cordura sobre el rencor, sin que por ello queden impunes los crímenes, si no que sus castigos no estén reñido con mi cualidad humana.

EL DÍA QUE AJUSTICIARON A VENTURA MEDINA
1 de Octubre de 1889

No ha habido poder humano que lo impida. Dieron las ocho y la justicia de la tierra, dudamos que conforme con la justicia del cielo, hizo cumplir a más fatal de las sentencias.
No han sido oídas las voces de clemencia que han elevado corporaciones y personas respetables; no han bastado sesenta o setenta telegramas expedidos a los ministros. El desgraciado Ventura Medida ha expiado su horrible delito en afrentoso patíbulo, después de haber preparado su espíritu cristianamente, y resignado al parecer con la muerte que se ha preparado para su materia.

Ventura ha pasado la noche perfectamente. Había tomado algún alimento y durmió cinco horas y media; a las cuatro, aproximadamente, estuvo oyendo misa.
Desde las cinco de la mañana un gentío inmenso se aglomeraba en los alrededores de la cárcel e invadía el paso de las calles limítrofes. El comercio ha cerrado sus establecimientos.
Nosotros, sin perder la esperaza no dejamos de ir y venir del telégrafo a la cárcel y de la cárcel al telégrafo.

Quince minutos faltaban para los ocho; Ventura había subido de un salto al carro y parecía afectar bastante ánimo; en medio de fusiles y rodeado del pueblo se dirigía ya al lugar del suplicio y aún no habíamos perdido las esperazas de que sería indultado; todavía esperábamos recibir la tan deseada noticia. Fuimos por última vez al telégrafo; nuestras fuerzas desfallecen, lo que supimos fue ¡Que el telégrafo permanecía mudo!

Por todas las calles afluían al Ejido oleadas de criaturas. La mayor parte abrigaba la esperanza de que, acaso ya el reo en el tablado, llegaría el perdón.
Como a unos cien pasos del patíbulo Ventura divisa a su hija que acaban de traer de Badolatosa para darle el último adiós, como era el deseo de Ventura. Se la acercan y el padre la oprime fuertemente contra el pecho, al mismo tiempo que derramaba una mirada incomprensible en torno de aquel público que rodeaba el carro. Esta mirada fue interpretada por cada cual con arreglo a su criterio. Nosotros creemos que el infortunado padre, arrepentido de los trastornos que acarreó su crimen, pedía indulgencia para su inocente hija que apenas si contará cuatro años.

El carro continúa, faltan dos pasos, las fueras despejan y hacen retroceder a aquella masa de gente que rodeaba el patíbulo; se abre paso… El sacerdote redola sus oraciones y ayuda a ajar a aquel cuerpo inerte, porque Ventura tiene la cara de un cadáver. Los hermanos de la Caridad le rodean, el reo sube las escalerillas. Ya arriba todos oran, el sacerdote se dirige a la multitud y pide perdón en nombre de aquel desgraciado…
El verdugo prepara el lúgubre aparato, se cerciora de la impunidad de su obra y cubre el rostro de la víctima… ¡Un eco doloroso arranca de todos los pechos! ¡El férreo tornillo ha girado: ha cortado el hilo de una existencia; la justicia humana acabó de consumar su castigo…
¡Qué pocos tendrán en cuenta el desastroso fin de Ventura Medina Rodríguez!
* * *

La fotografía con la que acompaño el artículo es el alegato recogido arriba contra la pena de muerte, escrito por M. Ledesma Vidal y que repartió hace más de un siglo por las calles de Osuna mientras que hoy, en el 2007, en los EE.UU. (el país más poderoso de la tierra) se miran el ombligo debatiendo sobre el método más eficaz para matar a los condenados, y hasta sus Cortes Supremas cuestionan si son crueles e inconstitucionales las ejecuciones con la mortal mezcla química. La perplejidad de cientos de mujeres y hombres llega hasta rincones recónditos al descubrir que en ningún momento este debate va encaminado a la abolición de la pena de muerte, más al contrario, lo único que pretenden es afianzarla con ahínco e incluso pretendiendo laurearla con un halo Constitucional centrándose el debate en la sustitución de “la mortal mezcla química” por otro método más eficaz como por ejemplo “la guillotina”. “A la persona se le corta la cabeza y ése es el final” dijo a la CNN el inventor de la inyección letal doctor Jay Chapman.

Recorde de Osuna al Día



Inma Valdivia©