Recuerdo los tiempos de mi infancia, adolescencia y un poco, ya de mayor, mi madurez.
Todo gira en torno a mi familia, mi padre y mi madre, mis hermanos, mis primos los de Osuna, y los que estaban fuera, unos en Málaga o Sevilla, y otros en Oyón (Logroño).
De pequeño, todo me parecía extraordinario. Cada cierto tiempo veía a mi familia lejana, que era, a propósito, la mas cercana, porque no había otra, era la que era, ni más ni menos.
Pasábamos unos veranos interminables. Todos juntos recién terminado el colegio pasábamos por la criba: ¡a pelarse, a despiojarse, a guardar los dibujos, las acuarelas, dejarse de moños, ayudar a cargar los colchones, que no se olvide el aceite, el ricino, las tiritas, las alpargatas, los bañadores, …!.
Y colorín colorado, este cuento no ha acabado.
Ahora ha pasado mucho tiempo. Desde entonces me he dado cuenta de que casi nada ha cambiado, al menos, en lo que se refiere a mi familia. He recordado con mis primos de aquí, los veranos que un día terminaron, las aguas del Salado, las correrías por los montes de Julio Puerta (sin dón), los atardeceres en Casa Blanca, mis tíos con la escopeta, mi padre con su cerveza, mis tías con las tostá y la manteca, diciendo niños, a merendar.
Con esto que escribo, no pretendo nada mas que decir, a mi familia, primos, sean de donde sean, hayan estado donde hayan estado, hermanos, amigos y por supuesto a mi madre, que en los momentos más duros, os hemos tenido al lado.
Arcadio Manuel Pérez Alcázar-Caballero
Todo gira en torno a mi familia, mi padre y mi madre, mis hermanos, mis primos los de Osuna, y los que estaban fuera, unos en Málaga o Sevilla, y otros en Oyón (Logroño).
De pequeño, todo me parecía extraordinario. Cada cierto tiempo veía a mi familia lejana, que era, a propósito, la mas cercana, porque no había otra, era la que era, ni más ni menos.
Pasábamos unos veranos interminables. Todos juntos recién terminado el colegio pasábamos por la criba: ¡a pelarse, a despiojarse, a guardar los dibujos, las acuarelas, dejarse de moños, ayudar a cargar los colchones, que no se olvide el aceite, el ricino, las tiritas, las alpargatas, los bañadores, …!.
Y colorín colorado, este cuento no ha acabado.
Ahora ha pasado mucho tiempo. Desde entonces me he dado cuenta de que casi nada ha cambiado, al menos, en lo que se refiere a mi familia. He recordado con mis primos de aquí, los veranos que un día terminaron, las aguas del Salado, las correrías por los montes de Julio Puerta (sin dón), los atardeceres en Casa Blanca, mis tíos con la escopeta, mi padre con su cerveza, mis tías con las tostá y la manteca, diciendo niños, a merendar.
Con esto que escribo, no pretendo nada mas que decir, a mi familia, primos, sean de donde sean, hayan estado donde hayan estado, hermanos, amigos y por supuesto a mi madre, que en los momentos más duros, os hemos tenido al lado.
Arcadio Manuel Pérez Alcázar-Caballero