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Multiopticas Rodríguez
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sábado, 15 de noviembre de 2008

Día sin hipocresía

Si les digo que vivimos en una sociedad hipócrita, paradójica, contradictoria, esquizoide, etc. etc. pensarán que desde luego no estoy descubriendo la pólvora, pero lo que me parece alarmante es el nivel que se está alcanzando en todas esas cualidades, y la velocidad con que se van incrementando.

Así que vamos a gastar el dinero de los contribuyentes en unos bonitos cartelitos que los maestros –esos bichos raros- colocarán en los pasillos de los centros escolares donde algún alumno que no sea analfabeto funcional puede que lea alguno por casualidad y -con un poco de suerte- lo interprete correctamente y -con muchísima más suerte- se sienta afectado por el mensaje.

Mientras tanto vamos a facilitar a los chavales un lugar donde se emborrachen sistemática y compulsivamente los fines de semana, vamos a no hacer cumplir las leyes y ordenanzas municipales sobre venta de alcohol a menores y sobre consumo en la vía pública, vamos a seguir mirando a otro lado y aceptando como un mal menor esa degradación física de nuestra juventud y todos los daños colaterales que conlleva (ruidos, suciedad, etc.) Además, en toda esta historia de actitudes hipócritas hay otro aspecto que nunca se menciona: esos adolescentes tienen padres, que son los que les pagan el alcohol, los que les dan las llaves de casa o les abren a las tantas de la madrugada, los que les limpian las vomiteras y les lavan la ropa aromatizada con humos diversos…

Y basta ya de argumentar que nuestros hijos no tienen otro sitio donde ir, que todos sus amigos van allí, pero que ellos no beben, ni fuman ni se drogan, que son siempre los otros, que además yo no puedo con este niño, que nunca me hace caso, que bla bla bla, bla bla bla, bla bla bla… Con el miedo a mencionar siquiera la palabra disciplina ha surgido una generación de padres cobardes, impotentes, incapaces de educar a sus hijos, queriendo suplir con una permisividad excesiva, con motos, móviles y dinero el complejo de culpa por no atenderlos adecuadamente en los aspectos intelectuales, éticos y afectivos , exigiendo a la Administración que sea ella la que se ocupe de todo. Al tiempo estamos creando una generación de adolescentes maleducados, egoístas, endiosados, desorientados, consumidores compulsivos, irreflexivos, incultos, carentes de la mínima escala de valores. Y mientras no perdamos los estúpidos complejos y admitamos que educar incluye conceptos como frustrar, prohibir, ordenar, obedecer, además de estimular y premiar, ya podemos ir empapelando el pueblo con cartelitos de colorines.

Soy consciente de que todo esto suena a la tópica queja conservadora, pero no se confundan: mis ideas no se las debo a ningún grupo de opinión, sino a algo tan simple pero infrecuente en nuestros tiempos como el puro sentido común. Además, a mi edad puedo permitirme el lujo de ser políticamente incorrecto.

Quién sabe si algo tan negativo como la actual crisis económica pueda tener su lado bueno, poniendo en evidencia que el vigente sistema basado en el consumo compulsivo y el despilfarro no podía funcionar eternamente. Ojalá fuésemos tan inteligentes como para sacar enseñanzas positivas de todo esto y ponerlas en práctica de forma adecuada. Por desgracia, lo dudo intensamente.

José Ángel Sánchez Fajardo