Vente a la nueva página web
Multiopticas Rodríguez
Esta web está inhabilitada. Por lo tanto los comentarios que se escriban no serán publicados. Para poder escribir comentarios entra en nuestra nueva página web: www.elpespunte.es

viernes, 15 de febrero de 2008

A Manuel
Que amó a su pueblo

De entre todos los animales, somos los racionales, es decir, nosotros, incluido el que esboza estos recuerdos los únicos conscientes que el tren que nos traslada por los túneles de la vida tiene un final. Una vez se pone en movimiento lo hace con carácter irreversible, sin freno y nos apea sin pitido previo, provocando sorpresas y sinsabores por la pérdida de pasajeros. Han pasado ya unos años desde que con un brusco vaivén quiso que se bajara del vagón de la existencia -una vez agotó tempranamente su billete- el buen amigo y mejor ursaonés Manuel Segura Echevarría -Segurita- con el sentido dolor para los que le conocimos. Muchos viajeros al dejar el asiento libre pasan desapercibidos, otros en cambio, dejan personalidad y méritos amistosos que serán recordados para siempre. Nunca el alma asimila la desaparición de un ser apreciado, ésta genera un estado de duda en la conciencia por haber dado o no todo de sí mientras duró el vínculo de la amistad. En este caso, su marcha -por repentina- no dió lugar a titubeos de auto recriminación; algunos queremos creer que nos ha gastado una broma y sólo es un hasta luego.

Pero no, la realidad es que la muerte no tiene sentido del humor y es egoísta, el curso del destino se lo llevó a su escenario para escucharle cantar la cigarra apasionada de camarón y seguir explicando los trazos modernista de Antonio Gaudí.

Antes de su llegada a la estación término, Manuel sintió y vivió la experiencia de estar alejado de su tierra -de su Osuna-. Él residió algún tiempo en la capital de este país todavía -Madrid-, más tarde cambió la dirección, le pudo la brisa de la gomera y no quiso deteriorar su identidad, con vía libre regresó a su pueblo para recrearse con sus orígenes que tanto amaba a pesar de los zarpazos enfermizos y circunstancia que últimamente le imposibilitaron.
Manuel tenía la virtud de entablar con facilidad charlas amenas y distendidas relacionadas con Osuna y sus gentes, con ocurrentes anécdotas y fino sentido del humor.
Las últimas estaciones de verano de su viaje las compartió en el paritorio de charlas de la plazuela de la Merced, en la taberna Raspao. Cuando la luna plateaba el lugar, el silencio daba sabor a sus palabras sólo interrumpidas por el repicar de la torre inconclusa que iluminada con luz pálida nos recordaba otros tiempos románticos iluminando las alineadas tejas. En este entrañable recinto dejó para siempre huérfana la amistad, pero grabado en sus rincones quedó su natural simpatía y sonrisa infantil.

No fue largo ni dio para más su billete de ida, pero, sí lo suficiente para que su singular huella de ursaonés figure entre los sillares de este pueblo y refugiados en la memoria de los que le apreciamos. Por motivos de principios que me reservo, no tengo la certeza de que estas líneas de recuerdos sinceros vayan a traspasar la barrera misteriosa del infinito y, desde la misma, él observe que no está solo -nunca lo estuvo- con ello, pueda disfrutar con gozo desde algún rincón celestial. En la foto que ilustra su figura posa uno de sus amigos (Paco Mejía) que como tantos otros seguimos sin encontrar las palabras adecuadas que expresen lo que él sentía por su pueblo, por su particular historia y por la que fue su plazuela amiga los últimos años…. la Merced.

Como dijo Antonio Machado: En la nómina de mis mejores amigos hablo de vivos y muertos.
Hasta siempre Manolo.



Antonio Moreno Pérez