Esta fotografía que nos remitió Miguel Arregui la hemos querido acompañar de un cuidado artículo titulado “El antiguo edificio de la Universidad de Osuna y su complejo docente. Nuevas perspectivas”, que apareció el año 2007 en el nº 9 de Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna.
El edificio que albergara el centro universitario de la Concepción, fundado por don Juan Téllez Girón, IV conde de Ureña, el 8 de diciembre de 1548, tenía anexionado en su fachada occidental el Colegio-Convento de Nuestra Señora del Carmen, instituido el 7 de diciembre de 1557 como lugar donde los religiosos viviesen colegialmente profesando el estudio de la Sagrada Teología y asistieran a las lecciones en el Colegio Mayor y Universidad. No había transcurrido ni siquiera el medio siglo de su fundación cuando, por iniciativa de la duquesa doña Catalina Enríquez de Ribera, los carmelitas abandonaron su primitiva sede situada en la cima del cabezo para trasladarse a un nuevo emplazamiento dentro de una de las zonas de expansión de la población, junto a la puerta de Sevilla. El 31 de mayo de 1606 el Vicario colocó el Santísimo Sacramento en el nuevo templo. Fue a instancias asimismo de la viuda del Gran Duque de Osuna que el antiguo edificio carmelita se convirtió en el Colegio-Seminario del Corpus Christi, fundado el 18 de junio de 1608 para que sus colegiales, en número de 20 ó 24, pobres y de 14 años, acudieran al servicio y acompañamiento del Santísimo Sacramento de la Colegiata en su salida para asistir a los enfermos y fuera llevado con decencia y veneración, portando el palio, las hachas, el Girón y la campana. Tendrían además la obligación de asistir a estudiar al Colegio-Universidad.
Una vez extinta la antigua universidad, la situación del completo docente se fue degradando hasta que en 1927 se consiguió la vuelta de un Instituto de Enseñanza Secundaria a Osuna, concedido por Real Decreto el 23 de julio de 1927, merced a las gestiones de Antonio Tamayo y Contreras, marqués de la Gomera, lo que movió al Ayuntamiento local a realizar importantes obras en el edificio y su entorno. El Proyecto de reparación y saneamiento de la antigua Universidad para acondicionamiento de las instalaciones del futuro Instituto Nacional fue encargado a Pedro Sánchez Núñez, que a principios de septiembre trabajaba en su elaboración. La adecuación del viejo complejo docente y sus alrededores para su nueva condición debió acarrear sin duda profundas alteraciones que en no pocos casos llegaron a desvirtuar la primitiva naturaleza del monumento. Se limpió la fachada Norte, a la que se habían adicionado unos corrales en los que don Bonifacio criaba conejos y gallinas, para convertirlo en campo de deportes.
Se demolieron todas las edificaciones adosadas al edificio principal, “que al no ser utilizables en su estado actual, restan casualidad al conjunto y afea su severa y característica silueta”, para dejar al descubierto la limpieza de líneas del monumento, y de sus escombros se levantó una plataforma que al mismo nivel lo circunvalaría por los lados frentes Norte, Sur y Oeste. Para hacer un amplio andén se derribó el callejón y el arquillo del Seminario que en la fachada Oeste del Colegio del Corpus Christi limitaba con la pared del antiguo cementerio de la Colegiata. El lugar de tránsito se aprecia en una fotografía antigua y lo escenifica el eminente cervantista Francisco Rodríguez Marín cuando relata que:
“Por los años 1864 tenía yo nueve de edad y comenzaba a declinar el musa, musae [...] en las aulas de la antigua Universidad de Osuna, cuyo vetusto y majestuoso edificio señorial de cuatro torres ocupaba a la sazón el Instituto Local de Segunda Enseñanza. Todas las mañanas, que lloviese o ventease, subía yo tempranito a aquellas alturas [...] al llegar al callejón que dicen de los seminarios (porque así llamaban en lo antiguo a los seminaristas del Colegio del Corpus Christi, edificio contiguo al de la Universidad), solía yo [...]”[1].
La arquitectura del antiguo edificio universitario en general fue respetada, si bien, tras la demolición de las construcciones adosadas, se abrieron numerosas ventanas en sus fachadas, para facilitar la iluminación interior “a fin de dotar a los locales destinados a Cátedras de la luz y aireación que la Higiene y la Pedagogía modernas exigen”. En una fotografía anterior a la intervención se aprecia cómo la ventana del lateral izquierdo de la fachada no existía.
Moreno de Soto, P.J. y Ruiz Cecilia, J. I.
[1]Rodríguez Marín, F., Una Docena de Cuentos, Sevilla, 1943, pp 37-38.
El edificio que albergara el centro universitario de la Concepción, fundado por don Juan Téllez Girón, IV conde de Ureña, el 8 de diciembre de 1548, tenía anexionado en su fachada occidental el Colegio-Convento de Nuestra Señora del Carmen, instituido el 7 de diciembre de 1557 como lugar donde los religiosos viviesen colegialmente profesando el estudio de la Sagrada Teología y asistieran a las lecciones en el Colegio Mayor y Universidad. No había transcurrido ni siquiera el medio siglo de su fundación cuando, por iniciativa de la duquesa doña Catalina Enríquez de Ribera, los carmelitas abandonaron su primitiva sede situada en la cima del cabezo para trasladarse a un nuevo emplazamiento dentro de una de las zonas de expansión de la población, junto a la puerta de Sevilla. El 31 de mayo de 1606 el Vicario colocó el Santísimo Sacramento en el nuevo templo. Fue a instancias asimismo de la viuda del Gran Duque de Osuna que el antiguo edificio carmelita se convirtió en el Colegio-Seminario del Corpus Christi, fundado el 18 de junio de 1608 para que sus colegiales, en número de 20 ó 24, pobres y de 14 años, acudieran al servicio y acompañamiento del Santísimo Sacramento de la Colegiata en su salida para asistir a los enfermos y fuera llevado con decencia y veneración, portando el palio, las hachas, el Girón y la campana. Tendrían además la obligación de asistir a estudiar al Colegio-Universidad.
Una vez extinta la antigua universidad, la situación del completo docente se fue degradando hasta que en 1927 se consiguió la vuelta de un Instituto de Enseñanza Secundaria a Osuna, concedido por Real Decreto el 23 de julio de 1927, merced a las gestiones de Antonio Tamayo y Contreras, marqués de la Gomera, lo que movió al Ayuntamiento local a realizar importantes obras en el edificio y su entorno. El Proyecto de reparación y saneamiento de la antigua Universidad para acondicionamiento de las instalaciones del futuro Instituto Nacional fue encargado a Pedro Sánchez Núñez, que a principios de septiembre trabajaba en su elaboración. La adecuación del viejo complejo docente y sus alrededores para su nueva condición debió acarrear sin duda profundas alteraciones que en no pocos casos llegaron a desvirtuar la primitiva naturaleza del monumento. Se limpió la fachada Norte, a la que se habían adicionado unos corrales en los que don Bonifacio criaba conejos y gallinas, para convertirlo en campo de deportes.
Se demolieron todas las edificaciones adosadas al edificio principal, “que al no ser utilizables en su estado actual, restan casualidad al conjunto y afea su severa y característica silueta”, para dejar al descubierto la limpieza de líneas del monumento, y de sus escombros se levantó una plataforma que al mismo nivel lo circunvalaría por los lados frentes Norte, Sur y Oeste. Para hacer un amplio andén se derribó el callejón y el arquillo del Seminario que en la fachada Oeste del Colegio del Corpus Christi limitaba con la pared del antiguo cementerio de la Colegiata. El lugar de tránsito se aprecia en una fotografía antigua y lo escenifica el eminente cervantista Francisco Rodríguez Marín cuando relata que:
“Por los años 1864 tenía yo nueve de edad y comenzaba a declinar el musa, musae [...] en las aulas de la antigua Universidad de Osuna, cuyo vetusto y majestuoso edificio señorial de cuatro torres ocupaba a la sazón el Instituto Local de Segunda Enseñanza. Todas las mañanas, que lloviese o ventease, subía yo tempranito a aquellas alturas [...] al llegar al callejón que dicen de los seminarios (porque así llamaban en lo antiguo a los seminaristas del Colegio del Corpus Christi, edificio contiguo al de la Universidad), solía yo [...]”[1].
La arquitectura del antiguo edificio universitario en general fue respetada, si bien, tras la demolición de las construcciones adosadas, se abrieron numerosas ventanas en sus fachadas, para facilitar la iluminación interior “a fin de dotar a los locales destinados a Cátedras de la luz y aireación que la Higiene y la Pedagogía modernas exigen”. En una fotografía anterior a la intervención se aprecia cómo la ventana del lateral izquierdo de la fachada no existía.
Moreno de Soto, P.J. y Ruiz Cecilia, J. I.
[1]Rodríguez Marín, F., Una Docena de Cuentos, Sevilla, 1943, pp 37-38.